Los Branders nos pasamos la vida buscando la diferencia.
Parece natural que si el ser humano está genéticamente preparado para detectar aquello que se sale del redil y del ruido existente, nos afanemos en hacer destacar aquellos factores que hacen a las marcas diferentes de la hegemonía de propuestas que encontramos en el mercado.
Aunque ya sabemos que si esa diferencia no es relevante, si no le importa a nadie, el camino recorrido será anecdótico y terminará ahí. Difícilmente construirá un valor consistente al negocio.
Las diferencias basadas en producto o tecnología son altamente replicables, al igual que las identidades de marca visuales y verbales, de las que aparecen parecidos razonables en muy corto plazo, al igual que pasa con las propuestas de valor, promesas, etc.
Sin embargo el individuo, el ser humano, desde su fascinante complejidad, hace gala de una singularidad absoluta. Y si a la genética que nos proporciona huellas dactilares o iris de ojos únicos, le sumamos las experiencias en la vida, valores, creencias, habilidades, pasiones, puntos de vista o aspiraciones, hacen de cada uno de nosotros un ser maravillosamente genuino.
Imaginemos entonces lo complejo que puede resultar copiar o imitar a un montón de personas relacionándose trabajando en equipo y aportando desde su singularidad.
Crear ambientes y espacios donde esto sucede, construye un ecosistema fértil donde los retos de marca y negocio son impulsados por equipos humanos comprometidos y con resultados que pueden ser diferentes en cada caso.
La cultura se ha convertido en este sentido en uno de los vectores relevantes para la competitividad de los negocios y la sostenibilidad a largo plazo de la empresa.
Que como dijo Peter Drucker “la cultura se come a la estrategia en el desayuno”.
Bueno, a mi me gusta más pensar que cuando la cultura y la estrategia van de la mano el desayuno resulta más nutritivo y alimenta a la marca, que crece en valor afectando a la percepción externa de la misma también.
Una buena estrategia de marca, buscará la diferenciación de la misma en el mercado. Y si definimos una cultura de marca que nutra, cohesione y guíe el potencial de las personas dentro de la organización (que ya aportan su singularidad) podríamos estar hablando de un factor de competitividad muy interesante para el negocio.
En definitiva, que cuidar de cultura es cuidar de tu marca y viceversa.
Y es que esto del Branding funciona así, desde dentro hacia fuera, y siempre desde una base estratégica.
Porque a mejores marcas, mejores relaciones y mejores negocios.