Cuando las marcas pivotan sobre lo que claramente no son, se ven las hilachas. Generan dudas e incoherencia. ¿Quiénes somos? ¿Cómo somos? ¿Qué ofrecemos? ¿Hacia dónde vamos? Preguntas básicas, pero esenciales que necesitamos responder con honestidad y con la mira puesta en lo que necesitamos (estrategia).
Pero la estrategia sin autenticidad se desarma. Y cualquier plan que implementemos será difícil sostenerlo en el tiempo. Lo mismo aplica para las personas y la cultura de las organizaciones.
En este sentido, la autenticidad se convierte en uno de los pilares fundamentales sobre el cual se construye la identidad y la reputación de una marca, así como la cohesión y el compromiso dentro de una organización. Cuando una marca o una persona actúan desde la autenticidad, transmiten sinceridad, confianza y coherencia en todas sus acciones y mensajes. Esto no solo fortalece la conexión con su audiencia o equipo, sino que también les permite mantener una trayectoria sólida y consistente a lo largo del tiempo, resistiendo las tentaciones de la superficialidad y el oportunismo.
Xavier Marcet dice que “disfrutamos cuando trabajamos con y para gente auténtica. Y nos acercamos a la mediocridad a medida que nos rodeamos de paripé.»
Personalmente, me inspira trabajar con personas éticas y lógicas.
Personas con sentido común y brutalmente honestas.
Siempre parecer, pero también, ser.